Jesucristo entiende perfectamente cuando nos hemos sentidos desamparados, por eso exclamó ¡Dios mío, Dios mío porque me has desamparado!. Pero también nos dice que no estamos solos, que aunque no lo sintamos, él está con nosotros en cada instante, en nuestro mejor día y en nuestro peor día para ayudarnos para salvarnos.